Síntomas y tratamiento de la Laringitis infantil

La Laringitis infantil es una inflamación de la laringe (situada en la parte externa superior de la tráquea, debajo de la raíz de la lengua), la cual, es provocada por una infección vírica.

Puesto que el aparato respiratorio puede ser infectado por varios tipos de virus, puede que el episodio se repita en varias veces, sobre todo a finales de otoño y principios de invierno. En ocasiones, puede ser consecuencia de una alergia, ya sea al polen, a un medicamento o a otra sustancia. En estos casos, el trastorno tiende a aparecer cada vez que el niño entra en contacto con la sustancia alérgena.

Síntomas de la Laringitis infantil

La Laringitis infantil aparece, sobre todo, durante la noche, cuando el niño, que durante el día no ha mostrado ninguna señal de malestar, se despierta de repente, debido a un violento ataque de tos, acompañado de ronquidos y de una respiración dificultosa. En este caso, le cuesta respirar y, cuando inspira, produce un sonido muy fuerte.

En ocasiones, la tos viene acompañada de fiebre, aunque no suele ser elevada. La crisis puede durar de pocos minutos a varias horas y se soluciona espontáneamente, con la misma rapidez con la que surgió.

El cuadro de síntomas es bastante amplio, por lo que para padres inexpertos, es una de las afecciones que más visitas a urgencias ocasiona, algo que resulta inútil, ya que durante el trayecto, el niño suele mejorar notablemente. El motivo es que el contacto con el ambiente exterior, a menudo más fresco y húmedo que el de casa, alivia la irritación.

Tratamiento de la Laringitis infantil

Así pues, en vez de recurrir al uso de medicamentos, el método más sencillo, pero a menudo más eficaz para aliviar los síntomas de un ataque, consiste en llevar al niño bien tapado al baño, cerrar puertas y ventanas, y abrir el grifo de agua caliente de la ducha o de la bañera, con el fin de que respire los vapores.

Como alternativa, también se le puede llevar a la cocina y hacerle respirar el vapor de una cazuela de agua caliente.

Por último, para reducir el riesgo de que una crisis se repita, se aconseja que el niño duerma apoyado sobre un par de cojines, de modo que la cabeza le quede ligeramente elevada. En algunos casos, el pediatra podrá prescribirle el uso de cortisona, lo que sin duda le aliviará los síntomas.