El partido del sábado en Anoeta frente a la Real Sociedad evidenció que el FC Barcelona abusa, en determinadas ocasiones, de indolencia y falta de intensidad, entre otras claves.
La alineación inicial mostraba varios detalles a resaltar, como que Guardiola sigue empeñado en jugar sin un defensa marcador.
Mantuvo a sus tres marcadores en el banquillo (Puyol, Mascherano y Abidal), hombres de gran velocidad que presentan óptimas capacidades para el retorno defensivo y se complementan de lujo con un central posicional con buena salida de balón y mejor distribución del mismo.
Jugar con Busquets y Fontàs equivale a sufrir en los balones largos cruzados y en los 1vs1 cuando el oponente intenta “picar” al espacio. Sin embargo, Guardiola sabe todo esto perfectamente, y ahora sólo cabe descubrir cuál es la razón que le ha llevado a tal decisión.
Además sigue insistiendo en Keita como mediocentro posicional, hecho que ralentiza la circulación del balón para superar la primera y segunda línea de presión rival, cuando el partido requiere jugar “de primeras”, el malí ofrece siempre un pase de más.
El problema del Barcelona surgió con todo a favor, dos goles de ventaja, el rival desconcertado y 80 minutos por delante para golear, en ese momento vino la pérdida de intensidad y la relajación, en definitiva, la confortabilidad.
Esa confortabilidad, utilizada en ocasiones para dormir partidos ganados, fue en esta ocasión, la precursora del empate y casi derrota que el equipo de Montanier infringió al azulgrana.
Durante gran parte de la primera y buena parte de la segunda, el equipo azulgrana (de negro en este partido) comenzó a realizar un rondo gigante, entre los centrales y los mediocentros, remar y remar, sin apenas esforzarse, lo que lleva a la desconexión del partido, algo que no es nuevo, pero que en muchas ocasiones ha requerido la presencia del argentino a enchufar los cables de nuevo y salvar los muebles de la casa, ayer, casi lo consigue.
Sin duda, cabe volver a mencionar que el elogio debilita, y mucho. Por ello, los generales romanos victoriosos cruzaban la “Ciudad Eterna” al lado de un esclavo que no paraba de susurrarle al oído: “Eres mortal, eres mortal”.