Tras la última goleada al Osasuna (8-0), Guardiola se mostró más susceptible de lo que en él es normal, la “caverna merengue” había vuelto a salir con el “colmillo retorcido“, las críticas “inargumentadas” y el enésimo ejercicio de hipocresía cavernaria, había vuelto a ser respondido en el campo.
Tras el excelso partido de sus hombres, Pep Guardiola comparecía ante la prensa, el mensaje estaba claro. Y es que parafraseando a Oscar Wilde y disculpando la actitud soez de los seguidores “del gachó de la capital”, conocedor de que es lo que más les puede enfurecer, compareció ante los medios.
Mucho menos Zen que lo que acostumbra a mostrar y distanciándose de ese “papel de místico de Las Ramblas” (que tanto gusta en Barcelona), Guardiola expuso: “Estoy muy feliz. Ya sé que algunos quieren que me enfade, pero no lo han logrado”.
“No me han dado ni un sólo motivo estos jugadores para estar enfadado. Quizás llegue el día, pero hoy no ha sido el caso. Solamente defiendo a mis chicos en rueda de prensa. No por estar en desacuerdo con ustedes, periodistas, tengo que estar enfadado”.
Pep no se marcha, se queda. Y su Barça no se autodestruye, sino que no cesa de evolucionar. Y es que el apocalíptico fin de ciclo (profetizado desde hace casi 200 lunas, vuelve a ser una ilusión mediática, como casi todo lo que produce la prensa deportiva en este país, las dos).
Pésimas noticias para aquellos que se han acostumbrado a repetir y repetir apósitos de ciencia-ficción (Villarato, Unicef, dopaje y demás basura infundada), que siguen sin poder obtener un bálsamo que restañe sus cicatrices, provocadas por un “Barça legendario” capaz de devorar doce títulos de quince posibles y seguir pidiendo más raciones.
Guardiola, enemigo público número uno de las fuerzas vivas de un ruidoso, pero que muy ruidoso régimen (LQDM, lo que diga Mourinho), sabe qué barro pisa, conocedor de que en esta temporada, la guerra fría será mucho más intensa y agresiva que la anterior.
Sabe que, al margen del titánico pulso jugado con un colosal y eléctrico Real Madrid, tendrá que enfrentarse a ese “Comité de Actividades Anti-Guardiola” cuya máxima es adelantar los éxitos de su equipo, sin detectar que ese vicio, siempre asegura el más rotundo de los fracasos. Su estrategia diseñada, embarrar la reputación de Guardiola y de su equipo hasta límites inimaginables.
Caprichos del destino, la ironía, aquella tristeza que no puede llorar, se conmovió por la palabras de José Mourinho en su objetivo por salvar la categoría, así que tras el “accidente” de su equipo ante el Levante, debería agradecer a su “amigo Josep Guardiola” la victoria sobre Osasuna, ya que goleó, sin piedad, a un rival directo.