La displasia de cadera en perros, tal y como su nombre indica, es una enfermedad ósea que afecta a la articulación de la cadera de los perros. La diferencia entre un perro con una cadera normal y otro que padece displasia, radica en la unión del hueso de la pelvis y la cabeza femoral, donde ambos huesos no encajan a la perfección, dañando el cartílago articular, provocando dolor y movimientos limitados.
La displasia es hereditaria y de origen congénito, es decir, está presente en los genes del perro, pero no se manifiesta desde el nacimiento del cachorro, sino que se va desarrollando poco a poco durante el crecimiento del perro. Es posible que se manifieste en los primeros meses de vida o que tarde algún tiempo.
Existen casos de perros sanos que tienen descendencia con displasia, lo que da a entender que no todos los perros que presentan dichos genes, la padecen, sino que simplemente son portadores de la enfermedad.
Las causas principales que provocan la displasia son de origen genético, ya que si no se tiene en los genes, es imposible que se manifieste, pero también existen otros factores que se ven involucrados en este proceso, pudiendo provocar que el perro con dichos genes la desarrolle o no, son los factores ambientales.
Los factores ambientales que influyen en que aparezca o no la enfermedad son varios, entre ellos podemos señalar:
Crecimiento rápido. La comida con mucho aporte energético y proteico hará que nuestro perro crezca de forma rápida sin el suficiente aporte de minerales, tales como el calcio, imprescindible para fortalecer los huesos aún débiles en perros jóvenes.
Mala alimentación. Es necesario saber la cantidad exacta que nuestro cachorro necesita a diario, ya que un exceso o un déficit en la misma, provocaría afecciones en su salud.
Ejercicio. Un ejercicio excesivo o de mucha intensidad, cuando los huesos aún no están desarrollados y no son lo suficientemente fuertes, puede provocar la displasia en los perros que lleven en su genotipo los genes que la provocan.
El alojamiento. Un suelo que sea duro, resbaladizo, frío y totalmente liso, hará una presión antinatural en las articulaciones de nuestro perro, dañándolas poco a poco.
Todos estos factores, pueden provocar que nuestro perro sufra displasia, aunque existen otros, como por ejemplo, la hiperactividad cuando son cachorros.
No obstante, no podemos olvidar, que aunque nuestro perro no tenga los genes que le provoquen la displasia de cadera, es sumamente importante proporcionarle la mejor calidad de vida posible, ya que si los exponemos a lo mencionado anteriormente, podrían sufrir otro tipo de enfermedades.
Ahora bien, ¿cómo podemos saber si nuestro perro tiene displasia o no?, es sencillo, bastará con observarle día a día, si cuando juega está poco tiempo y luego se echa, si le cuesta levantarse después de haber estado en reposo mucho tiempo, si tiene dificultades al andar, etc… Cuando observemos cualquier anomalía de este tipo es aconsejable llevarlo a revisión para descartar o confirmar si padece displasia y así poder actuar cuanto antes evitando un sufrimiento mayor a nuestro perro.
No existe cura para esta enfermedad pero sí podemos paliarla según el grado en el que se encuentre. Existen dos tipos de métodos, uno farmacológico y otro quirúrgico.
Cuando la displasia se encuentre en menor grado, con dieta y ejercicio equilibrado será suficiente. Si existe dolor persistente, será necesario, aparte de la dieta y siempre recetados por el veterinario, analgésicos para eliminar el dolor y un compuesto químico que evite el desgaste del cartílago articular afectado, la condroitina. Si ha alcanzado un grado muy alto se aconseja operar. Nada de esto asegura la eliminación de la enfermedad, sólo darle al perro una vida mejor.
Para erradicar la displasia, es necesario que los perros afectados no tengan descendencia, asegurándonos de este modo varias generaciones de perros sanos, sólo así podremos evitar la displasia de cadera en perros.