Los gatitos nacen sordos y ciegos, arrastrándose por el suelo al desplazarse para poder dejar un rastro que puedan, posteriormente, seguir y regresar con su madre. Su cerebro todavía no está completamente desarrollado, sin embargo, ya desde el primer día muestran un enorme interés por descubrir el mundo que les rodea.
A los 10 ó 14 días, el gatito abre los ojos, lo cual, le permite descubrir el universo que le rodea, comenzando de ese modo su enorme instinto de curiosidad, el cual, debe ser contenido a causa de los riesgos que supone abandonar el refugio de la madre a tan corta edad, ya que todavía resultan muy torpes en la coordinación de sus movimientos.
Hacia las 3 semanas o el mes, el gatito ya es capaz de coordinar sus movimientos, y por lo tanto, es capaz de saciar toda su curiosidad, oliendo, tocando y lamiendo todo tipo de objetos, animales y personas para poder analizarlas.
El aislamiento puede inhibir la curiosidad del gato
Hacia las 6 semanas, el gatito se muestra receptivo a todos los acontecimientos que se produzcan a su alrededor, siendo este periodo fundamental para su socialización, tanto en un sentido como en otro, por lo tanto, el desarrollo de su curiosidad puede continuar ampliándose, o por el contrario, puede inhibirse (todo dependerá de los estímulos que reciba, de su frecuencia y de su naturaleza).
En este sentido, es importante mencionar que a través del juego y el mimetismo, comportamientos muy característicos de cualquier gato, éste desarrollará su curiosidad, estando dotado además de una gran capacidad de aprendizaje, la cual, no podría explicarse si no fuera por su insaciable curiosidad.
Así pues, un gato que no puede satisfacer su curiosidad, se aburrirá enormemente, pudiendo desencadenar diferentes problemas de comportamiento, como por ejemplo, carácter excesivamente extrovertido, miedo y timidez extrema ante cualquier situación nueva, marcación constante del territorio, etc…