IPF es el acrónimo de Imposición a Plazo Fijo, es decir, es un producto financiero de ahorro que consiste en la entrega de una determinada cantidad de capital a una entidad bancaria durante un determinado plazo, al finalizar éste, la entidad financiera se compromete a devolver el importe entregado junto con los intereses pactados, los cuales, pueden ser abonados de forma periódica a lo largo del proceso o de forma conjunta tras el vencimiento.
Esto es lo que se conoce como depósito a plazo fijo, de modo que los intereses se liquidarán en una cuenta corriente o libreta, que el cliente haya abierto previamente en la entidad financiera.
Pues bien, para diferenciar un IPF de otros productos financieros de ahorro, es importante considerar las siguientes variables:
– Seguridad: Los IPF están garantizados, en primer lugar, por la propia solvencia de la entidad financiera, y en segundo lugar, por el Fondo de Garantía de Depósitos (que asegura el cobro de depósitos de hasta 100.000 euros por titular y entidad, en caso de quiebra).
Es importante destacar la fiabilidad de este producto, el cual, es el único producto financiero que ofrece esta doble garantía.
– Rentabilidad: Este es un factor que se debe tener en cuenta, pero no como prioridad absoluta, ya que la rentabilidad de los IPF variará en función de la necesidad que tenga la entidad financiera en captar capital, de la situación económica general y la inflación del país, de las condiciones que imponga el Banco de España en cuanto a la remuneración del pasivo, etc…
– Liquidez: Los IPF, a excepción de que se pacte lo contrario, pueden ser cancelados antes de su vencimiento sin que el capital se vea afectado, solamente se aplicarán las correspondientes penalizaciones sobre los interés obtenidos, por cancelación anticipada.