Iker Casillas cumplió 30 años el pasado mayo, una edad que pese a no ser muy alta para la carrera de un portero, es ya todo un referente absoluto en la Selección Española.
Tanto sus compañeros de equipo como los jóvenes debutantes del equipo nacionales le muestras el respeto que se ha ganado no sólo por llevar disputados 121 partidos en más de 10 años con la elástica nacional, sino que su liderazgo y capitanía es indiscutible para todos.
A diferencia de lo que su técnico en el Real Madrid considera, nadie en la Selección le ha insinuado jamás deponer sus galones en favor de otro jugador que tuviera más influencia sobre el árbitro en el terreno de juego.
Fue Luis Aragonés quién entendió, tras el mundial de Alemania en 2006, que Iker Casillas debía asumir el liderazgo de un equipo que debía realizar un lavado de cara, una forma de ejercer la capitanía muy alejada de la que ejercían viejos titanes como Raúl, cuyo mando era más personal e individualista, y que supuso su abandono definitivo del combinado nacional.
Pese a lo publicado por medios afines al Real Madrid, Casillas y Raúl no eran los mejores amigos dentro del vestuario, ya que Iker no consideraba apropiada la forma de liderar el vestuario que Raúl González ejercía tanto en España como en el Real Madrid.
“Antes éramos un grupo de buenos jugadores, ahora somos un equipo”, estas palabras pronunciadas después de la Eurocopa de 2008 sumadas a los elogios que tanto él como los otros capitanes, Xavi y Puyol, dedican siempre que pueden a Luis Aragonés, demuestran que el problema de Raúl iba más allá de lo futbolístico.
Desde ese momento la capitanía no se ejercía con mando de rey sino que entre los 3 capitanes, a modo asambleario, discutían y acordaban todas las decisiones de vestuario, por lo que su autoridad no se imponía sino que se respetaba.