Ocurrió durante la madrugada del 18 de Agosto, donde Florentino Pérez admitió a su entorno más próximo y a sus periodistas de cámara, que su futuro político en el Real Madrid, estaría ligado directamente a la continuidad o no de José Mourinho.
Horas antes, el Real Madrid había sido derrotado en el último minuto, por un Leo Messi colosal, que obtenía la Supercopa de España para el Barça y demostraba al club blanco, la razón por la que el proyecto más ambicioso del Real Madrid no había podido pasar a la historia, la temporada pasada, con la consecución de un triplete que hubiera sido histórico.
Y es que a pesar de ofrecer una gran imagen futbolística sobre el campo, la agresión de Mourinho a Tito Vilanova, ensombreció el debate sobre el equipo.
Tras consultar con sus miembros de directiva y con su entorno más cercano, obtuvo una conclusión: “El equipo ha mejorado, puede plantarle cara al Barça, pero Mourinho…”.
Pérez captó el mensaje y decidió entonces “echar un capote” a su técnico, y hacerlo tajantemente: “Lo del dedo no ha estado bien, pero es injusto elevar una simple anécdota a categoría. No debemos proporcionar carnaza a todas aquellas personas que desean influir y manejar este club”.
“De modo que quiero que tengáis una cosa bastante clara. Mientras yo dirija este club, José Mourinho seguirá siendo el entrenador del Real Madrid”.
Unas horas después, Florentino Pérez mantuvo una breve pero intensa conversación privada con José Mourinho, en la que quiso reforzar la confianza del técnico y alabar su trabajo: “Preparate, porque van a volver a decir que te cagas en los valores y en el señorío del club, pero sólo quiero decirte que es totalmente falso. Demuestras, cada día en Valdebebas, que has nacido para dirigir al Real Madrid”.
Veamos ahora, qué estrategia diseñaron ambos a partir de ese día, y cómo la actitud de determinada prensa tras la derrota contra el Levante y el empate contra el Racing, y sobre todo tras la agresión de Mourinho a Vilanova, desataron las iras de técnico y presidente.
Tras aquella declaración de fidelidad eterna del presidente hacia su técnico, llegaría el ruido mediático y la crítica hacia el modelo de gestión del presidente, por continuar apoyando incondicionalmente a su entrenador.
Florentino Pérez, molesto por el énfasis de determinadas críticas periodísticas sobre el “dedazo”, trató de convencer a Mourinho de “que era fundamental preservar la imagen pública del Real Madrid”.
El manager general y portavoz del club pero no de sí mismo, accedió a dicha exigencia pero con una condición, se disculparía con todo aquel aficionado del Real Madrid que pudiera haberse sentido ofendido, pero jamás extendería ese perdón público hacia Tito Vilanova, ya que según él, había sido provocado previamente.
Días más tarde, el “dueño” de la Casa Blanca quiso dar otro paso adelante en su defensa legionaria del entrenador. Fue durante la Asamblea de Socios Compromisarios (esa cosa que dicen que representa a los verdaderos dueños del club, pero que todos los presidentes de la historia consiguen aprobar todo lo que proponen).
Algunos confiaban en un plebiscito sobre Mourinho, pero Florentino, asqueado del efecto “boomerang” provocado sobre el señorío blanco, confirmó que su química con el entrenador, va más allá de las farmacias: “José Mourinho nos ha mostrado qué es eso del señorío. Conoce lo que significa representar al Real Madrid, y si existe una injusticia, no existe razón por la que callarse”.
A partir de ese momento, la nueva idiosincrasia del Real Madrid consistiría en aplicar, para cada episodio polémico, la fórmula LQDM: “Lo que Diga Mourinho”, que no confundir con: “Lo que daría por Messi”, también aplicable en la política blanca.
Pero veamos, cómo tras los pinchazos frente al Levante y el Racing de Santander, lejos de debilitar el apoyo del “ser superior”, fortaleció la relación entre ambos, llegando incluso a influir en las decisiones internas del vestuario.
Tras dichos resultados en la competición doméstica, la crisis en el vestuario del Real Madrid, se hizo más palpable.
No existía un motín a bordo, ni bandos enfrentados, ni se cuestionaba cada decisión del entrenador, no obstante, sí se mostraron discrepancias puntuales sobre el camino que había emprendido el técnico.
Primero, la falta de minutos de determinados jugadores. Segundo, la influencia negativa de las constantes quejas arbitrales sobre el equipo, una excusa de “pésimo deportista” para el núcleo fuerte de la plantilla.
Después de las goleadas frente al Rayo y Ajax, Mourinho decidió dar un paso al costado, recoger el guante de su vestuario y escuchar lo que sus jugadores tenían que decirle.
Barbacoa mediante, Mourinho adquirió el compromiso de un reparto de minutos más equitativo y a rebajar, en la medida que fuera posible, el nivel de decibelios en sus críticas arbitrales.
El presidente se mostró satisfecho con la nueva actitud de su técnico, quiso confirmar su confianza en el liderazgo del portugués. Momentos después, en un corrillo improvisado y en compañía de determinados socios madridistas, Florentino zanjó aquella reunión improvisada, lanzando una frase lapidaria.
“Os puedo prometer que, pase lo que pase y aunque no se gane nada este año, José Mourinho seguirá siendo quien dirija los destinos del Real Madrid hasta el día que yo abandone el club”.