La polémica sobre firmar el “acuerdo de Guernica” viene precedida no por cuestiones ideológicas sino porque desde el Colectivo de Presos y Presas Políticos Vascos (EPPK), consideran que los presos de Nanclares de Oca han “vendido” su voluntad por obtener privilegios penitenciarios.
Fue tan crispada la escenificación de Guernica, y se llegó a tensar tanto la cuerda, que los firmantes de la declaración amenazaron con “no suscribirla” si al acto asistía alguno de los reclusos etarras de Nanclares de Oca.
Y es que estaba planificado que la sanguinaria asesina Carmen Guisasola, a la que ya han concedido varios permisos penitenciarios, fuera la voz de los “traidores”, es decir, de los presos etarras beneficiados por el Gobierno por haber firmado cartas públicas muy críticas con la lucha armada de ETA.
Conocida con el alias de “La Gorda”, Carmen Guisasola Sorozábal cumple condena en Nanclares de la Oca, donde recientemente disfrutó con un permiso penitenciario que fue utilizado para acudir al cine en San Sebastián, junto a Kepa Picabea y José Luis Álvarez Santacristina, “Txelis”.
Fue detenida el 17 de noviembre de 1990, durante un control policial en Saint Martin de Seignanx (Francia), cuando se dirigía a entrevistarse con Francisco Múgica Garmendia, “Pakito”. En 1998 fue expulsada de la banda terrorista.
Al final, ante la amenaza del EPPK de no suscribir el acuerdo, los presos de Nanclares permanecieron al margen del acto del 25 de septiembre, hecho que fue calificado como “paso inédito” por Alfredo Pérez Rubalcaba.
Guisasola también tenía pensado subir al escenario del teatro, pero al final, la amenaza del EPPK se impuso a la voluntad de los “arrepentidos” que desde las sombras, trabajaron concienzudamente para que ese “paso inédito”, fuera conocido por la opinión pública.
Días después y curiosamente, el lehendakari presentó ante el Parlamento Vasco un decálogo de medidas novedosas, entre ellas, el acercamiento de presos etarras a cárceles vascas.