El consumo de tabaco y alcohol durante el embarazo resulta, evidentemente, perjudicial para la salud y el desarrollo del feto, por lo que os recomendamos que durante este periodo y, posteriormente, durante la lactancia, evitéis el consumo de ambos, incluso en el caso del tabaco, el consumo de dicha sustancia de forma pasiva, el cual, tendría unos efectos nocivos similares.
Consumo de tabaco
Distintos estudios realizados concluyen que el tabaco puede llegar a reducir el peso del bebé entre 200 y 300 gr, ya sea por el efecto producido a causa de la absorción directa de sustancias tóxicas, como por ejemplo, la nicotina o el monóxido de carbono, o bien, por la alteración causada en el flujo uterino debido a la concentración de gases sanguíneos.
También se ha establecido que el tabaco incrementa los riesgos de rotura prematura de membranas, parto pretérmino, hemorragias anteparto, retraso en el crecimiento intrauterino y, en resumen, aumenta la mortalidad perinatal (muerte producida durante las primeras semanas de vida).
En este sentido, también se han descrito efectos nocivos en el peso del recién nacido en el caso de que seas fumadora pasiva. Pese a que no se ha demostrado que tenga relación directa con alguna malformación congénita, sí que parece que puede provocar, aunque sea de forma remota, la aparición de hendiduras en el labio o el paladar, así como algún tipo de cardiopatía congénita.
Consumo de alcohol
El consumo habitual de bebidas alcohólicas aumenta el riesgo de que el feto pueda padecer diferentes efectos nocivos sobre su salud y desarrollo, como por ejemplo, retrasos en el crecimiento, e incluso, en el peor de los escenarios, el síndrome alcohólico-fetal, el cual, se caracteriza por:
– Anomalías en el desarrollo cráneo-facial:
– Ojos pequeños y rasgados con pliegues epicánticos grandes (rasgos asiáticos).
– Cabeza y maxilar superior de tamaño más reducido.
– Alteraciones del sistema nervioso central (pensamiento, lenguaje, movimiento o habilidades sociales).
– Disminución del tono muscular acompañado de una mala coordinación.
– Crecimiento deficiente del bebé antes y después del nacimiento.
– Anomalías cardíacas como la comunicación interventricular (CIV) o la comunicación interauricular (CIA).
Estos efectos dependerán, tanto en lo que respecta a su aparición como su virulencia, en función de cada caso. No obstante, es importante mencionar que la tolerancia al consumo de estas sustancias en el sexo femenino, es aproximadamente la mitad que en el masculino.