El enfrentamiento dialéctico Rajoy-Rubalcaba finaliza sin ningún ganador claro y con ambos candidatos ciñéndose al guión establecido, empate técnico que beneficia al candidato “popular”. Analicemos, punto por punto, los distintos bloques temáticos tratados a lo largo del debate.
Los candidatos vistieron trajes oscuros en ambos casos, los dos con corbatas azules. Al inicio, a Rubalcaba se le percibió mucho más tenso, mientras Rajoy intentaba sonreír sin mucho éxito.
El escenario resultó frío, y el moderador, Campo Vidal, se mostró primoroso en la introducción, pese a que resultó demasiado extensa.
Durante el resto del debate, el moderador apenas se dejó notar, excepto en algún momento en que tuvo que interrumpir la alocución de Rubalcaba, que sobrepasaba el tiempo estipulado por intervención.
El debate no fue nada espectacular casi en ningún momento, resultó bastante previsible, sin sorpresas ni contradicciones de ningún candidato, por lo que seguramente no influirá en la intención del voto indeciso. Tras finalizar y como suele ocurrir en este tipo de eventos, los dos partidos se auto-proclamaron victoriosos ante sus respectivos electorados.
Sin duda, el PSOE fue mucho más activo en la auto-proclamación de la victoria (claro está, la necesitaba mucho más), ya que desde la formación se dedicaron a enviar mensajes telefónicos a periodistas y opinadores afines, transmitiendo la idea de la “victoria de Rubalcaba por goleada“.
En Twitter, triunfó un “trend topic” con el escueto mensaje de “Rajoy gana”. Las encuestas, realizadas en tiempo real por el ABC y El Mundo, proclamaron (como no) ganador al líder del PP, aunque también y según El País, Rajoy se impuso por 5 puntos, 46% frente a 41%.
El enfrentamiento tuvo dos partes muy diferenciadas. La inicial, con un Alfredo Pérez Rubalcaba agresivo, intentando acorralar y desconcertar a Mariano Rajoy, insistiendo en realizarle preguntas y recalcando que no le estaba contestando, y donde el líder del PP no quiso entrar a ninguna de las “trampas” que le fue poniendo, no le interesaba, si se salía del guión, estaba perdido.
El principal error cometido por Rubalcaba fue que durante casi todas sus intervenciones, daba por supuesto que Rajoy iba a salir vencedor en las elecciones, lanzando cuestiones del tipo “qué hará…” o “cómo solucionarán…”, así para cada bloque temático que se ponía sobre la mesa.
Tras el descanso, en la segunda parte se notó que ambos políticos habían recibido las respectivas recomendaciones de sus equipos de campaña (insistimos, todo excesivamente guionizado).
Rubalcaba se mostró menos acosador y ya no daba por segura la victoria de su oponente. Rajoy, por su parte, se mostró algo más incisivo, intentando atacar también a su rival, acusándole de mentir y repitiendo la afirmación de que estaba profiriendo insidias.
Una vez hemos realizado un análisis general de lo que fue el debate Rajoy-Rubalcaba, pasemos a reflexionar sobre como transcurrieron las diferentes intervenciones de los candidatos, respecto a los distintos bloques temáticos que se fueron tratando.
A lo largo del debate se reflexionó sobre casi todo el programa electoral del PP, ya que Rubalcaba centró gran parte de su discurso en desgranarlo, criticarlo con dureza y plantear cuestiones a su rival.
Dedicó más tiempo a dicho objetivo que a exponer sus propias propuestas, dando la sensación de que intentaba, más que poder obtener una hipotética victoria sobre Rajoy, restarle el mayor número de votos posibles, comportándose de hecho, como el “líder de la oposición”.
Rajoy resultó más eficaz a la vez que más simplista, detallando sus planes y propuestas, ya que siempre partía de la premisa de que “España se encontraba en una pésima situación por la incapacidad manifiesta del Gobierno”, concluyendo en la necesidad imperiosa de un cambio (alarde de complejidad política).
Incidió en más de una ocasión, en desbaratar las acusaciones de su oponente, acudiendo a lo aprobado por el anterior Ejecutivo, incluso antes del inicio de las legislaturas de José María Aznar.
Rubalcaba le fue poniendo, una tras otra, trampas dialécticas ( como la supresión del seguro de desempleo, la reforma laboral, el recurso contra el matrimonio homosexual, la transferencia de enfermos a la sanidad pública), atribuyendo veladamente a su oponente, intenciones ocultas.
El líder del PP las sorteó con relativa facilidad, incluso cuando le insistía en que no le estaba respondiendo, ya que simplemente cambiaba de tema.
Rubalcaba fue incidiendo de forma agotadora sobre el programa electoral del PP (como si de un periodista crítico se tratara), citando incluso las páginas, acusándolo de ambiguo y de ocultar segundas intenciones peligrosas, sobre las cuales insistía una y otra vez, en preguntar a Rajoy, a lo que el candidato “popular” pocas veces respondía, y en otras, acusaba al socialista de realizar juicios de intenciones, no saber leer correctamente o no enterarse de lo que leía.
Rubalcaba le acusó de que pretendía reducir las pensiones, a lo que Rajoy respondió que quien las ha congelado había sido este Gobierno (excelente ejercicio de tú más).
Analicemos ahora, el fragmento de debate relacionado con el discurso de Rubalcaba, su objetivo de no captar el voto general sino asegurarse el de la izquierda, y por supuesto, las reflexiones sobre el anuncio del fin de la actividad armada de ETA.
Se evidenció notablemente que Rubalcaba dirigía su discurso, no a la generalidad de la población con derecho a voto, sino a los votantes de la izquierda, por ello, insistía en todos aquellos temas que preocupan a dicho sector, como los impuestos a los ricos, un mayor control a los bancos, defensa de los sindicatos, la sanidad y la enseñanza pública o matrimonio homosexual.
Dedicó excesivo tiempo a tratar asuntos demasiado parciales, como la supresión de las diputaciones o el recurso del PP contra el matrimonio homosexual.
Una vez se inició el tercer tramo del debate, fue aprovechado por Rubalcaba para tratar temas de seguridad, concretamente para debatir sobre el final de ETA, aunque procurando no parecer que quería “apuntarse el tanto”, mientras que Rajoy abordó la política exterior en estos 7 años, señalando que “España había perdido peso político en Europa y en América, debido al empeño del PSOE en fomentar la Alianza de Civilizaciones”.
El nombre de José Luis Rodríguez Zapatero ni se pronunció (salvo en un gracioso lapsus de Rajoy, que empezó a llamarle “Rodríguez Rubalcaba”), obviando además el “caso Campeón”, debido a que Rajoy tenía decidido previamente, no abordar dicho asunto.
El candidato del PP no quiso arriesgar apenas nada, moviéndose con enorme precaución, sabedor de que en el “intercambio de golpes”, podría salir perjudicado.
Rubalcaba era el que más debía arriesgar con el debate, dada su pésima situación en las encuestas, pero al no salir como claro vencedor, ha dejado pasar su mejor oportunidad de dar un giro a la situación.
Si los expertos estiman que un debate de estas características sólo puede influir en un 1 o un 1,5% de la intención de voto, en este caso posiblemente, ni siquiera llegue a tanto en ninguna dirección.