Hay mucha gente que cree que es imposible educar sin castigar, que no existen alternativas, sin embargo, sí que las hay. Pero para ello, es necesario replantearse por completo la relación que queremos mantener con nuestro hijo.
En este caso, existen 3 cuestiones fundamentales a tener en cuenta cuando pedimos algo a un niño o cuando, después de habérselo pedido, no nos haya obedecido y nos proponemos castigarle:
Confianza. Debemos deshacernos de la necesidad de tener el control permanente sobre otras personas, incluso aunque esas personas sean nuestros hijos.
Empatía. No debemos esperar que hagan cosas para las que todavía no están preparados, por lo tanto, debemos tener bien claras sus limitaciones y adaptarnos a ellos, no esperar que sean ellos los que se adapten a nuestra realidad de adultos.
Imaginación. La imaginación es la clave para encontrar alternativas al castigo. Antes de que la situación nos llegue a superar, podemos ponerle un toque de humor (unas cosquillas, un chiste o unas risas), podemos negociar de igual a igual, o bien, propiciar un cambio de contexto menos tenso.
Pero, principalmente, necesitamos ser siempre coherentes, ya que él necesita que lo seamos para así transmitirle un correcto modelo de conducta y comportamiento.
Recomendaciones para educar sin castigar
Veamos a continuación una serie de consejos que deberemos aplicar si pretendemos educar a nuestro hijo sin necesidad de recurrir al castigo, ya sea físico o psicológico.
– La autoridad debe ser compartida por ambos padres.
– Hay que evitar los extremos: ni sobreproteger ni tampoco desentenderse.
– Predicar con el ejemplo, manteniendo una actitud coherente.
– Establecer una jerarquía de consecuencias ante el mal comportamiento, aunque siempre desde un punto de vista pedagógico y no autoritario.
– No emplear palabras hirientes y sí utilizar palabras que ayuden, que construyan un entendimiento, el cual, refleje la relación entre sus actos y los efectos que éstos tienen en los demás y en su entorno.
– Proponer una buena conducta a modo de meta que nuestro hijo deba alcanzar, con acuerdos y plazos prestablecidos.
– Ejercer la firmeza, pero siempre con flexibilidad y cariño.
– Valorar y reconocerle cuando diga la verdad.
– Cuando sea necesario, deberemos negarle de forma clara y pacífica.
En definitiva, el objetivo consiste en aprender sin pegar, en corregir por la conciencia y el respeto por la palabra, los acuerdos y la disposición de pertenecer al grupo familiar, asimilando sus normas y valores.