El “coworking” es una modalidad de trabajo que consiste en que varios profesionales freelances, pertenecientes, incluso, a diferentes sectores, compartan un mismo espacio físico y virtual para llevar a cabo su labor, lo que en principio supone una significativa reducción de costes, una ampliación de contactos profesional, y también, el establecimiento de un horario y una rutina de trabajo para aquellos que, habitualmente, trabajan desde casa.
A pesar de que su aplicación se haya extendido en el ámbito empresarial, sobre todo, en el emprendedor, llegándose a convertir en la primera opción para cientos de pymes y autónomos, ya que ven en el “coworking” la única posibilidad de encontrar la viabilidad económica de su empresa, dicha técnica también presenta una serie de dificultades a la hora de elegirla como forma de organización del trabajo.
Costes asociados al alquiler
El coste medio para un profesional, por el alquiler de una oficina en la modalidad de “coworking”, ronda los 150 euros fijos mensuales, un coste que puede resultar inasumible para un trabajador freelance, el cual, debe hacer frente no sólo a la correspondiente cuota de Seguridad Social, sino también, a los impuestos derivados de su actividad profesional.
Ausencia de intimidad
En la mayoría de ocasiones, y debido a la propia naturaleza del “coworking”, resulta complejo poder disponer de una “parcela” de intimidad, ya que suelen ser oficinas abiertas para facilitar el acceso de los “propietarios”. En función del tipo de profesión que se desarrolle, el ajetreo de la gente y el ruido constante pueden impedir el correcto desarrollo de la propia labor profesional.
Exceso de distracciones
Este problema está vinculado directamente con el anterior, ya que a pesar de que la presencia de gente y los ruidos no consigan evitan la realización de la tarea del profesional, sí que pueden llegar a distraerle en reiteradas ocasiones, reduciendo el rendimiento y la productividad del profesional.