El proceso de trasplante es una tarea necesaria pero en el que la vida de la planta puede correr peligro, por ello, es necesario realizarlo de forma correcta y con las medidas de seguridad necesarias para que resulte un completo éxito.
Primeramente, una planta joven presenta menos riesgos de morir durante un trasplante que una planta adulta, por lo tanto, este es un factor que debemos considerar a la hora de proceder.
Respecto a la mejor época para realizar el trasplante, ésta será el invierno, sin embargo, tendremos que evitar los días de mayor frío y heladas.
Cuando procedamos a realizar el trasplante, será fundamental que evitemos que se rompa el cepellón, es decir, la amalgama de tierra que cubre las raíces. Para ello, el método más sencillo consistirá en humedecer la tierra de alrededor un día antes para que no esté seca, cavar alrededor de la planta para que el cepellón quede libre, y por último, atar con una cuerda o un cordón el ramillete de raíces antes de extraer la planta.
Posteriormente, envolveremos el cepellón con un plástico o similar, y lo extraeremos con cuidado y sin prisa, para evitar que se fracture o se deshaga.
La tierra a la que trasladaremos la planta, deberá haber sido correctamente preparada previamente, es decir, que haya sido mezclada con compost orgánico para que incorpore los nutrientes necesarios, evitando además la utilización de productos químicos.
A pesar de que durante el invierno no requerirá de mucho riego para conservar la humedad, podremos cubrir la planta con una malla oscura que favorezca la conservación de dicha humedad.
Por último, será conveniente realizar una poda selectiva que nos permita reducir el número de hojas. Ésta deberá realizarse sin miedo, ya que en semanas posteriores volverán a rebrotar. En esta fase, es importante recordar que no debe abonarse la planta con fertilizantes químicos hasta que esté completamente recuperada.