El Jazmín es una planta que suele crecer libremente sin necesidad de unos cuidados muy exigentes, por lo que es una buena opción a tener en cuenta cuando queremos cubrir gran parte de nuestro jardín, ya que, a pesar de que al principio le cueste adaptarse al nuevo terreno, transcurridos un par de años desde su trasplante, veremos cómo ese terreno que teníamos desnudo, se va cubriendo de hojas y flores de esta magnífica planta.
Para trasplantar un Jazmín, lo primero que tenemos que hacer es realizar un hoyo de plantación lo suficientemente grande para que quepa el cepellón, para ello, nos ayudaremos de una azada para poder realizar el agujero fácilmente. Una vez tengamos el hoyo preparado, voltearemos el Jazmín para sacarlo de la maceta, siempre sujetándolo bien para que no se caiga y nunca realizando movimientos bruscos, ya que podríamos dañar los tallos o las raíces de la planta.
A continuación, introduciremos el cepellón del Jazmín con mucho cuidado en el hoyo y lo cubriremos con el sustrato que habíamos sacado para la elaboración del mismo. Si no disponemos de un sustrato con una buena cantidad de nutrientes, podremos añadirle a la tierra un sustrato universal y materia orgánica, los cuales, ayudarán a crecer con más fuerza al Jazmín.
Para terminar, lo regaremos bien para asentar la tierra, haciéndolo con frecuencia durante al menos dos o tres semanas, asegurando así un arraigamiento adecuadamente, y le incorporaremos un abono líquido una vez al mes, principalmente, en primavera y en verano.
Si queremos tener más plantas de Jazmín, podemos reproducirlo mediante la técnica del acodo, la cual, consiste en enterrar uno de los tallos sujetándolo con un alambre en forma de “U”. Pasado un tiempo, dicho tallo comenzará a echar raíces, y cuando se observe que empiezan a salir nuevos tallos y comienzan a crecer, se puede proceder a cortar el tallo enterrado, obteniendo así una nueva planta.