Lo primero que se debe tener claro es que la autoridad bien entendida permite el respeto del niño, lo que en la práctica, permitirá desarrollar personas equilibradas y felices.
No obstante, la pregunta que se plantea cualquier padre es: ¿Cómo se consigue esa autoridad? Pues bien, dicha autoridad se alcanza tomando decisiones correctas y útiles para el niño cada día de su vida.
De este modo, cuando un niño nace, todos los padres disponen del mismo capital de autoridad con respecto a ellos, sin embargo, a medida que éste va creciendo, algunos progenitores van perdiendo ese capital, mientras que otros lo van ganando. El que se produzca una situación u otra dependerá de lo anteriormente mencionado, es decir, de cómo sean las decisiones que se vayan adoptando en el día a día.
Así pues, es fundamental que tengamos claro que la relación padre-hijo no es una relación de igualdad, está jerarquizada, por lo tanto, deben ser los padres los que establezcan los límites de su liberta individual, pero siempre sin autoritarismo y con flexibilidad.
Los conocimientos y la experiencia de los padres debe servir para que éstos se conviertan en los líderes de sus hijos, no en los jefes, lo que significa que aunque en ocasiones sea necesario imponer determinadas decisiones contra la voluntad del hijo por su propio bien, el éxito de ejercer una buen autoridad radicará en que sea el hijo el que, convencido interiormente, cumpla las normas familiares.
Cómo disponer de la autoridad para ser un líder
En primer lugar, para que un padre se convierta en líder, debe aplicar justamente dicha autoridad cada día, tomando decisiones que ayuden al pequeño a madurar como persona. En este caso, la permisividad y el pasotismo son los peores enemigos de la autoridad positiva y el liderazgo familiar.
En segundo lugar, debemos rechazar el autoritarismo, es decir, el ejercicio de la autoridad de forma despótica, mostrando un alto grado de empatía con el niño, hasta que nazca una auténtica conexión de amor y confianza entre ambos.
Y por último, en tercer lugar, para alcanzar un liderazgo sobre los hijos, es necesario disponer de un prestigio moral superior, es decir, el comportamiento de los padres antes situaciones cotidianas que puedan experimentar los hijos debe ser, en todo momento, ejemplar, por lo que un padre que no sea respetado por su hijo, difícilmente podrá liderarlo.