Durante la infancia y la adolescencia, se producen rachas en las que parece que los hijos se vuelven mudos o excesivamente apáticos, por lo que a cada pregunta que se les hace del tipo: ¿qué tal el cole?, ¿a dónde has ido con tus amigos?, ¿qué tal te lo has pasado?, éstos responden con un simple “bien”, “por ahí” o “normal”.
Además, en caso de presionarles insistiendo en que contesten, su mutismo se agrava, mostrando una actitud defensiva y maleducada, acusando al padre o a la madre de “interrogarle” sobre su vida.
En este caso, es fundamental sentar las bases de la comunicación con los hijos desde muy pequeños, entre otras cosas, porque esto incrementa las probabilidades de que ellos comiencen a contar sus cosas de forma natural y relajada cuando lleguen a la adolescencia.
Qué no debe hacerse
Veamos a continuación cómo no debemos dirigirnos a nuestro hijo si pretendemos fomentar la comunicación entre ambos:
Evitar un interrogatorio. No debemos hacer preguntas cerradas, es decir, aquellas que sólo permiten responder con un sí o un no, ya que generan rechazo en quien las recibe.
Evitar dar órdenes. Los padres autoritarios sólo se interesan cuando consideran que hay algún problema, empleando las órdenes para intentar controlar la situación, actitud que únicamente provocará que el niño se sienta atacado.
Infravalorar al adolescente. Mostrarse como más listo y como sabedor de todo lo que está bien o mal, no ayudará a que el adolescente se sienta confiado y se abra.
Moralizar mediante sermones. Dar explicaciones interminables pretendiendo que al escucharlas aprende cómo debe comportarte, sólo hará que el adolescente desconecte y no interiorice lo que se le está diciendo.
Qué debe hacerse
Veamos a continuación cómo debemos dirigirnos a nuestro hijo si pretendemos fomentar la comunicación entre ambos:
Servir como ejemplo. Debemos iniciar nosotros la conversación, comentando lo que nos ha sucedido durante el día, para que así se cree un ambiente de confianza y de seguridad, donde el adolescente se anime a contar también como le ha ido el día.
Evitar las interrupciones. Es necesario encontrar un tiempo al día (o cada un par de días) donde padres e hijo puedan hablar y escucharse sin interrupciones.
Garantizar la confidencialidad. Si uno de los dos padres tiene mayor confianza con el hijo, éste debe tener claro que todo aquello que le cuente y que no desee que sepa nadie más, será guardado como un secreto.