Llevar a cabo una dieta equilibrada es fundamental a lo largo de toda la vida, aunque especialmente durante la infancia. En este caso, es muy importante enseñar a nuestros hijos a comer todo tipo de alimentos y de forma variada, sin embargo, en muchas ocasiones, los pequeños se niegan a comer algunos (o muchos) alimentos y los padres podemos llegar a desesperarnos a la hora de las comidas.
Por esta razón, es necesario saber cómo actuar para conseguir que nuestros hijos disfruten comiendo de todo.
La importancia de la paciencia
En primer lugar, cabe mencionar que la paciencia será el factor principal para conseguir que nuestro hijo coma de todo, por lo tanto, no deberemos desesperarnos al primer contratiempo, dejando que un niño mal comedor acabe con los nervios de toda nuestra familia.
Combinar sabores a modo de juego
El niño debe interiorizar la idea de que tiene que comer de todo para mantener una dieta equilibrada, y no solo aquello que le gusta. De este modo, deberemos tratar de encontrar la manera de que no rechace los alimentos por inercia, especialmente sin haberlos probado.
Así pues, será una buena idea buscar recetas que llamen la atención de los niños y que contengan los alimentos que no quiere comer. En este caso, podríamos decir que se trata de «camuflar» aquello que no le gusta, haciéndolo además de forma divertida. Al mismo tiempo, será una gran idea que el pequeño nos ayude a preparar la comida, ya que seguramente comerá con más ganas aquello que él mismo ha preparado.
Establecer hábitos y rutinas alimentarias
La aplicación de determinadas costumbres ayudará a mejorar los hábitos alimenticios infantiles y permitirá que la hora de las comidas no resulte ser una mala experiencia. Por ejemplo, podremos comer siempre a la misma hora y en el mismo lugar, no encender la televisión durante las comidas, hacer que el niño nos ayude a preparar la mesa, no darle de comer entre horas, etc…
En definitiva, es obvio que a todos no nos gustan todos los alimentos, sin embargo, no podemos permitir que nuestro hijo rechace una nueva comida, sin ni siquiera haberla probado. Por ejemplo, si prueba las acelgas y su sabor no le gusta, podremos optar por ofrecerle otras verduras, como por ejemplo, judías verdes, coliflor o espinacas. Lo que no será admisible es que afirme que no le gustan los vegetales sin haberlos comido nunca.