Tanto los premios como los castigos no disfrutan de la mejor prensa posible para buena parte de la población, sin embargo, ofrecer premios a los hijos es como reconocer un fracaso, es como si, al fallar como educadores, tuvieran que recurrir al “sucedáneo” de los premios que, más que educar, adiestran.
Por el contrario, los castigos no suelen ofrecer tanta sensación de fracaso, incluso socialmente, son aceptados como padres responsables aquellos que deciden castigar a sus hijos. De este modo, se reconoce que el castigo sí que es un instrumento educativo, aunque al final, se está admitiendo que tampoco sirve de mucho porque el hijo no es capaz de cambiar su comportamiento mediante la comunicación y el diálogo, sino mediante el miedo y la imposición.
Así pues, los premios y los castigos son herramientas eficaces en aquellas situaciones en las que el proceso educativo sufre desviaciones, paradas o retrasos. Son situaciones críticas y patológicas en las que el tratamiento habitual que se ha proporcionado en el proceso educativo, como por ejemplo, persuasión y reflexión, no surten efecto y es necesario restablecer un cierto equilibrio.
Los premios y los castigos, aunque afectan sólo a la conducta externa del pequeño, y por lo tanto, puede que no sirvan para modificar su personalidad interna, permiten crear un ambiente que facilita la comunicación entre las personas del entorno familiar.
No obstante, resulta evidente que el uso de los premios y los castigos no puede ser indiscriminado o convertirse en el método habitual de educación. Al igual que cualquier medicamento, es preciso adecuar su administración a la necesidad concreta del paciente y tener en cuenta sus contraindicaciones y efectos secundarios.
En resumen, los premios y castigos son recomendables, siempre y cuando se utilicen como medios temporales para la obtención de determinadas metas.
Efectos secundarios del abuso de los premios y castigos
En lo que respecta a los premios, es necesario evitar su uso prolongado, ya que de lo contrario, crearía adicción, por lo que en el futuro, el niño no cumpliría lo que se le mandara si no recibiera un premio como contraprestación.
Los premios modifican la conducta pero no necesariamente las actitudes y las motivaciones, por lo que es necesario combinarlos con otras acciones educativas.
En cuanto a los castigos, si éstos se aplican de forma desmesurada y excesivamente estricta, pueden ocasionar el efecto contrario, es decir, que la conducta del pequeño sea cada vez más errática.