Análisis de Patapón 3. Su efecto mediático ha ido de más a menos en los últimos años, su ritmo, sin embargo, no cesa ni siquiera ante la llegada de una portátil que reemplazará el éxito de su hermana menor. Sorprendente en su debut, un poco conformista en su continuación, un viejo conocido en su última aparición pública.
Pyramid y Japan Studios aúnan fuerzas en esta tercera entrega para ofrecer un producto que sigue las señas de identidad de la licencia (un éxito a nivel mediático en su debut, gracias a la innovación que supuso su peculiar puesta en escena) sin incluir novedades especialmente significativas.
Una extraña plaga maldita se desata tras abrir una caja mística que encierra nuevas y temibles desdichas para la sociedad pataponiana que ha tratado de expandir sus raíces hacia nuevos territorios. Ahora que todo Patapón se ha visto convertido en piedra, sólo un salvador podrá devolver al pueblo, el ritmo perdido a base de sudor, sangre y esfuerzo.
Pyramid dejó claro en su momento que la base jugable se mantendría, centrándose en mejorar los apartados que se introdujeron en Patapón 2, especialmente el multijugador, al parecer uno de los aspectos que cautivó al grueso de aficionados, por la necesidad de cooperar para llegar a buen puerto durante las misiones.
¿Qué hay de nuevo el Patapón 3? Principalmente sutiles mejoras en la jugabilidad, así como la inclusión de un modo competitivo que podemos disputar entre cuatro jugadores, además del añadido que esto supone a la hora de calibrar la importancia del cooperativo.
La mecánica permanece inmutable respecto a anteriores capítulos, en cuanto a la pulsación de botones se refiere y las distintas melodías, que generan distintas formas de afrontar los combates.
Los menús internos de navegación y demás presentan un nuevo diseño, más accesible que en anteriores capítulos, en parte debido, a la subida de nivel en concepto de experiencia. Ahora cada guerrero mejora su rendimiento en función de lo que haya realizado en la batalla.
Si la mecánica de Patapón 3 es, en esencia, la misma que la vista en anteriores entregas, sucede exactamente lo mismo con la parte visual y también con la sonora. Se diría que Rolito, ha tratado de aunar las novedades de este capítulo con la grandeza de sus antecesores, tanto en lo referido al diseño de los escenarios como al de los propios aldeanos de esta tribu.
La primera parte brilló con luz propia gracias a su originalidad, colorido y peculiar propuesta jugable. La segunda fue tachada de continuista pese a mejorar exponencialmente todo lo que ofreció su antecesora, con nuevas razas y distintas formas de enfocar la acción.
Los rasgos característicos de Patapón están ahí: la noción del ritmo para poder avanzar, la necesidad de crear más y mejores unidades, el uso de una interfaz tan peculiar como vistosa, etcétera. En este sentido no se puede hablar de pérdida alguna, aunque quizás se debe exigir más del resultado final.