Una de las leyendas suburbanas más extendidas entre los inversores, en un contexto de subidas de tipos de interés, se basa en la recomendación de adquirir un bono individual, en lugar de un fondo de bonos.
¿El motivo? Que sí un inversor decide comprar un bono individual dispone de la posibilidad de asegurarlo hasta su vencimiento, inmunizándose contra la subida de tipos de interés, mientras que en el caso de un fondo de bonos, su cotización fluctúa diariamente, por lo que estaría sujeto a las posibles pérdidas que generaran las subidas de interés, aunque por otra parte, tendría la posibilidad de vender este bono en el mercado y adquirir otro de un cupón más elevado.
Esta vieja creencia no es del todo cierta, y para demostrarlo, expondremos el siguiente ejemplo que permitirá aclarar que mantener un bono hasta su vencimiento, no es siempre la mejor opción.
Un inversor adquiere un bono a 10 años con un valor de emisión de 100 euros y un cupón del 2%. Si decide mantenerlo hasta su vencimiento, recibirá el importe de 100 euros más 2 euros por cada año que lo haya mantenido, obteniendo de ese modo, una rentabilidad del 2%.
Ahora bien, supongamos que tras comprar el bono a 10 años, éste empieza a rentar al 4%, abonando un cupón de 4 euros. En caso de que se vendiera dicho bono, nunca obtendríamos los 100 euros sino 83,6 euros (resultado de calcular el valor del bono más los cupones a una tasa de interés del 4%).
Llegados a este punto, un inversor podría pensar que resulta más beneficioso mantener un bono hasta su vencimiento porque se obtiene 100 + 2 euros. Sin embargo, en la otra opción, aunque asumamos una pérdida inicial, la rentabilidad anual sería superior (4% de 83,6 es igual a 3,34 euros), de modo que tendríamos el siguiente cuadro:
– Mantener bono hasta su vencimiento: 100 euros + 2 euros
– Vender un bono y comprar otro de mayor renta: 83,6 euros + 3,34 euros
A la larga y en determinadas circunstancias, mantener un bono hasta su vencimiento puede no ser lo más recomendable.