Descubre las claves del cultivo del Calabacín

El Calabacín (Cucurbita Pepo) es una hortaliza muy fácil de cultivar a partir de sus semillas, y por lo tanto, es uno de los cultivos más rápidos y productivos que podemos encontrar gracias a la gran cantidad de frutos que proporcionan a lo largo de todo el verano. Además, es una planta que precisa de mucho espacio físico, ya que es de tipo rastrero y presenta un gran tamaño tanto en las hojas como en los frutos.

A la hora de sembrar los Calabacines, preferiblemente a principios de primavera, tendremos que tener en cuenta que una misma planta presenta flores masculinas y femeninas, predominando éstas últimas, por lo que si queremos disponer una mayor producción de Calabacines, será necesario que plantemos, al menos, dos plantas para así garantizar que se produzca la polinización y posterior formación del fruto. A cada planta le dejaremos un espacio de 1m2 para que pueda desarrollarse libremente.

El Calabacín es una hortaliza que necesitará de mucha luminosidad, por lo que deberemos ubicarla en una zona donde reciba constantemente gran cantidad de luz solar. También requerirá de un clima cálido y húmedo, siendo la temperatura idónea para su desarrollo de entre 25 y 35oC.

Respecto al tipo de suelo, el Calabacín no es muy exigente, ya que se adapta a cualquier tipo de suelo, sin embargo, prefiere aquellos que tengan una textura franca, que sean profundos y dispongan de un buen drenaje. Debido a su rápido desarrollo y crecimiento, es conveniente aportarle una gran cantidad de nutrientes, ya sea añadiendo compost orgánico o abono específico para hortalizas.

Siendo conscientes de la gran cantidad de agua que contienen los Calabacines, es evidente que precisarán de un abundante y frecuente riego, por lo que siempre deberemos prestar atención a la capacidad de drenaje del suelo, evitando de ese modo que se formen acumulaciones de agua que podrían arruinar nuestra cosecha.

La cosecha del Calabacín se realiza transcurrido un mes y medio desde la siembra, es decir, durante todo el verano y a principios de otoño hasta que empiezan a llegar las temperaturas más bajas.

Por último, cosecharemos los frutos cuando estén maduros, aunque sin dejarlos demasiado tiempo, ya que podrían debilitar a la planta, evitando que sigan produciendo flores, y por consiguiente, frutos.