Heredó su nombre del vocablo antiguo “estramonio”, que significa magia o brujería, debido a que los antiguos hechiceros que se valían de esta planta para producir alucinaciones en sus ritos espirituales.
Crece en cualquier descampado, no necesita ni una exposición prolongada al sol ni tampoco una gran riego de agua diario, además del olor vomitivo que desprende al acercarse, que indica de forma inequívoca su alto grado de toxicidad.
En función de la dosis ingerida, sus efectos pueden ir más allá de los simples delirios, ya que también puede producir espasmos, insuficiencia respiratoria y colapso vascular, lo que puede desembocar en una muerte agónica como ocurrió en el caso de los jóvenes de la Rave de Getafe.
El principal componente del Estramonio (Datura stramoniu) es la atropina, “el LSD de los pobres”, que además de ser un anestésico para tratar heridas, el asma y la epilepsia, es un potente psicotrópico, es decir, una sustancia que afecta al sistema nervioso central alterando las funciones cognitivas del individuo.
Según el Instituto Nacional de Toxicología (INT), esta hierba silvestre puede provocar en pequeñas dosis un pulso débil, hipertensión, taquicardias y alucinaciones de carácter sexual; y en grandes dosis, esas mismas alucinaciones pueden volverse aterrorizadoras, incrementando los síntomas a espasmos y convulsiones, estupor, colapso vascular, coma y, posiblemente, la muerte.
A pesar del escaso registro de intoxicaciones en España por el consumo de esta planta, en los últimos meses parece haber cogido fuerza entre los jóvenes. Los síntomas aparecen a las dos o tres horas de haber ingerido la hierba, ya sea en forma de té o fumada, y cuyos efectos pueden alargarse durante varios días.
Pese a que su venta está prohibida en España, la facilidad de adaptación de la planta a varios ecosistemas, hacen de ella una planta bastante común en terrenos abandonados, además de que por menos de 15 euros, puede adquirirse extracto de Estramonio a través de numerosas webs herbolarias en la red.