Delincuentes organizados acuden a las puertas de colegios, cines y recintos infantiles para obtener datos concretos de los menores, para posteriormente contactar con los progenitores y pedir falsos rescates de liberación, que pueden ascender hasta los 1.000 euros. Conozca cómo actúan los secuestradores en estos casos.
– A la puerta de colegios, cines o salas recreativas, fingiendo estar realizando una encuesta sobre temas atractivos para los menores, asedian a los pequeños para realizarles una serie de preguntas, de ámbito personal.
– El estreno de una nueva película o cuestiones sobre videojuegos, son algunas de los principales ganchos que emplean los secuestradores, para comenzar el cuestionario.
– Tras dichas cuestiones, comienzan a realizar preguntas personales, como el nombre, la edad, el número de móvil o la dirección familiar. Además de apuntar las respuestas de la “víctima”, toman nota de su descripción física completa.
– Los jóvenes acceden voluntariamente a aportar dichos datos, bajo la promesa de recibir un supuesto regalo en sus casas, por su colaboración.
– Los estafadores registran detalles como el color de los ojos, del pelo o la estatura. Dichos datos proporcionarán credibilidad a la llamada que, posteriormente, un miembro del grupo criminal, realizará a los padres del menor.
– En dicha llamada, se comunica a los progenitores que el menor ha sido “secuestrado” y que será puesto en libertad, lo antes posible, actuando como si se tratase de un secuestro exprés.
– Advierten, además, que si quieren preservar la integridad física del niño, no deben acudir bajo ningún concepto a la Policía.
– Los “secuestradores”, dada la naturaleza fugaz de las operaciones, exigen cantidades pequeñas de dinero que no suelen superar los 1.000 o 1.200 euros. Son conscientes de que el tiempo va en contra de sus intereses, por lo que “deben golpear con agilidad y sin llamar mucho la atención”, confirman fuentes policiales consultadas.
– Habitualmente, el tiempo que en teoría mantienen “retenidos” a los escolares, no suele superar la duración de “una película de cine, o una merienda con los compañeros a la salida del colegio”, añaden.