Josep Guardiola ha convertido al Barcelona en un ser vivo en constante evolución, actualizando la esencia que lo hace diferente, el idioma Barça. Antes era cada año, después en cada tramo de la temporada y ahora, se produce a cada jornada.
Las alineaciones no deben confundir la idea básica del equipo. No importa ni el número de defensores ni el número de atacantes, ya que para Guardiola, “los atacantes deben ser los defensores y los defensores aquellos centrocampistas que proporcionen una salida limpia del balón”.
Al igual que a Cruyff, Guardiola no plantea los partidos preocupado por el número de ocasiones que le puedan hacer, sino en sacar limpio el balón y generar superioridades en mediocampo, mover al equipo en bloque y desorganizar a los rivales mediante la realización de mil y un pases, pese a que la mayoría puedan parecer ineficaces, permiten al equipo organizarse en cuanto se produzca la pérdida, y por tanto, lanzar una presión asfixiante sobre el rival para recuperarlo.
Cabe señalar que con Guardiola, se han ido produciendo relativas desapariciones de varios jugadores durante un periodo más o menos largo en el tiempo, no estaban “señalados por el técnico”, se encontraban perfeccionando el idioma Barça.
Primero fue Abidal, luego Keita y después Mascherano. Ahora le ha tocado el turno a Thiago, quien ha dejado a un lado su individualismo y se ha entregado a la causa colectiva, ahora trabaja como el que más, no pierde la posición, persigue al interior de su banda y preocupado exclusivamente de buscar asociaciones e interactuar con el resto de sus compañeros. Thiago ha comprendido, por fin, de que va “esta película”.
Y Cesc Fábregas, el “comodín de Guardiola”, se mueve por todo el campo sin ajustarse a ninguna línea táctica, va y viene, toca y se va, tira paredes, se escora a banda, pisa área, y se asocia con quien él considera más oportuno en según qué momento.
Es el alumno aventajado del idioma Barça, de ahí la insistencia de Guardiola por su contratación, sabe la respuesta antes de formular la pregunta.