El Real Madrid volvió a mostrar los dos perfiles que más lo define, el desorden y la contundencia, un equipo eléctrico que ataca, llega y remata pero que sin embargo, pierde posiciones, no tiene pausa y se descontrola cuando el ritmo del partido requiere más toque y pausa.
El jugador que ejemplifica esta dicotomía es Coentrao, ya que el portugués se mueve, corre, llega, centra, remata, defiende y vuelve a moverse.
Sin embargo, no domina el oficio de centrocampista, por lo que cuando el equipo exige pausa y control de la situación, él sigue insistiendo en la verticalidad como único modo de entender las diferentes situaciones que ofrece el juego.
En las antípodas de esta concepción se encuentra Benzemá, sabe cómo y dónde moverse, es un 9 que practica el centrocampismo, es decir, retrasa su posición para descargar la salida de balón, toca y se mueve, abre pasillos interiores a sus compañeros y además de anotar, asiste a sus compañeros de delantera.
Otro jugador a destacar, pero de forma negativa, es Carvalho, lleva ya varios partidos resaltando carencias inauditas. Algo que ya ocurrió durante la disputa de la Supercopa de España y frente al Zaragoza en Liga.
Llega tarde, mide mal las distancias y pierde continuamente la posición, hecho que obliga a su compañero Pepe a corregir dicho déficit y donde el sacrificado al final es Sergio Ramos, el cual, debe a su vez corregir sus propias carencia y las aparecidas en el momento en que Pepe debe salir al rescate de su compatriota.
Sin duda, establecer el vértigo como norma de juego habitual resulta bastante peligroso, si cada jugador hace la guerra por su cuenta, neutralizan la zona de influencia de Xabi Alonso, único jugador capaz de imponer disciplina en el desorden.
Si la manada le pasa por encima, desaparece el sentido del juego, que pasa a convertirse en un sprint constante por ver quien llega antes al área rival, sin pararse a pensar en cómo se ha llegado hasta ahí.
Y por último, ¿qué le pasa a Arbeloa?