La mayoría de los padres piensan que está mal gritar a sus hijos, sin embargo, llegado el momento y sin darse ni cuenta, se sorprenden a sí mismos recurriendo a los gritos para educarles o hacer que obedezcan.
En este caso, dejar de gritar a nuestros hijos no resulta una tarea sencilla, ya que obliga a tener un gran autocontrol sobre nuestras emociones, en especial, la ira y la rabia que nos genera el hecho de que nos desobedezcan.
Así pues, esto debe entenderse como un entrenamiento progresivo que lleva su tiempo, y para facilitar este proceso, os ofrecemos algunos de los motivos por los que seguir gritando a vuestros hijos no resulta en absoluto beneficioso.
Gritar hace a los a niños sordos
Cualquier explicación o aprendizaje que queramos tratar de hacerles entender a nuestros hijos, resultará inútil si se la transmitimos gritando, ya que sus oídos se cerrarán automáticamente para así evitar esa interacción tan negativa.
Además, bloquearemos cualquier posible atención que puedas prestarnos, por lo que estaremos evitando el principal objetivo que nos planteábamos con la reprimenda, y es que prestaran atención y reflexionaran sobre su mal comportamiento.
Gritar perjudica la gestión de las emociones
Nosotros, como padres, somos un ejemplo de comportamiento para nuestros hijos, por lo que cuando perdemos el control y gritamos, lo que les estamos enseñamos es a gestionar la ira y la rabia con agresividad, por lo tanto, conseguiremos formar unos adolescentes y unos adultos incapaces de expresar sus sentimientos, si no es a través de la violencia, tanto física como verbal.
Gritar los aleja de nosotros
Cada vez que les gritamos, vamos edificando un muro entre ellos y nosotros. Además, perdemos autoridad positiva, respeto y comunicación; y por el contrario, ganamos distancia y ganamos frialdad en nuestra relación, generando resentimiento y malestar emocional en ellos.
Gritar reduce la autoestima
En relación al anterior punto, educar a gritos genera un efecto muy perjudicial sobre la autoestima de nuestros hijos. Lejos de sentir que estamos orgullosos de sus logros y sus esfuerzos, lo que sienten es que nunca van a estar a la altura, independientemente de lo que hagan.